Para nadie es un secreto que luego de asumir una posición crítica un movimiento o individualidad será víctima del silenciamiento de parte de los instrumentos de comunicación de la revolución, sumándose a que los medios privados tienen otra intención, las críticas pasan a la clandestinidad sin que nadie las confirme y tome medidas o las refute, lo que hace que se mantengan permanentemente en el ambiente sin ser resueltas sumándose al descontento acumulado.
A pesar de que esto se ha dicho muchas veces seguimos repitiendo el mismo error. Por ejemplo la cooptación a lo interno del PSUV ha sido criticada por muchos y ese debate ha sido oculto, con la famosa expresión de que eso se hace es a lo interno del PSUV, donde todavía no existen verdaderos espacios de debate y toma de decisiones. El pueblo, fuerza real de la revolución, también detecta las fallas pero no recibe señales del debate que defina quién es quién y hacia donde va la crítica.
El sectarismo se repite en diversas esferas y espacios, aceptar una crítica es claudicar, oir una crítica es perder una batalla mediática, así es la lógica del sectarismo. Es un sectarismo que proviene de la mediocridad, de la incapacidad de dar el debate y mientras el pueblo queda fuera de todo debate no hay saltos en la conciencia y por ende se hace más reversible la revolución.
La falta de formación no está solamente entre quienes impulsan la revolución desde un consejo comunal, un consejo de trabajadores o un medio comunitario, es más peligrosa la falta de formación entre los dirigentes, que han desarrollado destrezas histriónicas pero no manejan las herramientas teórico-prácticas para asegurar la construcción del socialismo.
Conformar una dirigencia de la revolución debe estar planteado desde la base, con participación y la experiencia y la formación es más importante que la capacidad de insultar al enemigo.
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