La
crisis actual debe ser entendida como una crisis global y
estructural, producto del desgaste del capitalismo mundial que logró
mantener su auge gracias a la ofensiva neoliberal iniciada en los 80s
y profundizada debido a la caída del bloque soviético. En esa
crisis se produce el proceso bolivariano y por tanto tiene sus
propias características.
La
opción de las izquierda en América Latina se encamina por la vía
electoral, la decisión del MBR-200 de convertirse en el partido
electoral MVR se suma al desarrollo de una izquierda electoral en
todo el continente, ya el PT de Brasil junto al FMLN de El Salvador y
el Frente Amplio de Uruguay estaban poniendo en práctica esta vía
hacia el poder. Esa estrategia aun sigue siendo fundamental para las
izquierdas del continente como vemos en las negociaciones en Colombia
entre el gobierno y las FARC y la incorporación de ésta última en
la vida política y electoral del país.
Muchos
podrán decir que la lucha armada fracasó y esa es la razón de que
este proceso se esté dando, pero las vidas de Allende y del Che
demuestran que lucha armada y lucha electoral que son dos vías en la
que se corre el riesgo de fracasar. Lo que puede estar marcando la
diferencia en el momento actual es la gran debilidad en la izquierda
revolucionaria a nivel mundial, que anteriormente contaba con el
apoyo de grandes potencias como la URSS y China y con un gran faro
como la Revolución Cubana.
La
caída del bloque soviético, la reconducción de la revolución
China y, como consecuencia, debilitamiento económico de Cuba
debilitaron también en gran medida a las fuerzas revolucionarias del
continente. Eso lo comprendemos con la derrota del Sandinismo en
Nicaragua y el fin de la guerra en El Salvador, quedando solo la
lucha de las fuerzas insurgentes colombianas ante dilemas muchos más
fuertes para lograr la sustentabilidad de su lucha.
Esta
debilidad de las fuerzas revolucionarias no es solamente una
debilidad económica, es fundamentalmente una debilidad sistémica,
que enmarca lo teórico, lo orgánico y la experticia junto a la
sustentabilidad económica de la lucha revolucionaria. Esta debilidad
en la izquierda revolucionaria, producto de la acumulación de
derrota y desviaciones en el mundo, hizo que los dirigentes se
plantearan alternativas a lo que venían realizando, muchos dieron un
salto olímpico hasta niveles inimaginables del pensamiento
reaccionario y/o neoliberal, otros en cambio abrazaron el reformismo
o la socialdemocracia como la militancia posible de la izquierda y
otros no pocos nos encausamos en la construcción de un movimiento
diverso y democrático que incluye a socialdemócratas, nacionalistas
y revolucionarios junto a otras corrientes que en América Latina
también son de gran fuerza como es el cristianismo de base y los
movimientos indígenas, pensando en la necesidad de desarrollar un
tejido social, en la necesidad de avanzar a una nueva democracia y en
un proyecto antimperialista y teniendo como principal enemigo al
neoliberalismo que había sido capaz de cambiar al mundo en muy pocos
años.
El
proceso bolivariano, a la cabeza Hugo Chávez, se desarrolla como una
gran alianza de sectores excluidos por las políticas neoliberales y
por ideologías contrarias a ceder la soberanía nacional y la
soberanía que reside en el pueblo.
Cuando
Chávez propone en 2005-2006 avanzar al socialismo lo hace con la
intención de amalgamar al movimiento bolivariano en su diversidad en
un solo programa de lucha y de sumar a todas las voces del
descontento internacional -que entonces se manifestaban en el Foro
Social Mundial- para apuntalar un proyecto unificar de la
construcción. Sin embargo la diversidad todavía es mucha y la
organización de los pueblos de Nuestra América es todavía
insuficiente a pesar de haber crecido enormemente.
El
proyecto de construcción socialista se plantea, en los países que
se lo propusieron, como un proceso de construcción de arriba a
abajo, mediante el decreto y las resoluciones emanadas desde las
instituciones del estado burgués. De esa forma no se promovió la
organización popular, el pueblo no cometió los errores por sus
propios medios y por tanto no aprendimos, no capitalizamos en
experticia sobre el proceso de construcción de autogobierno político
y económico. Por el contrario la política económica llamada
socialista fue desarrollada con una profunda carga de populismo,
donde el pueblo delega en los funcionarios “hijos de Chávez” y
éstos son los que construyen la patria nueva.
Toca
a los revolucionarios, quienes hemos tenido un papel clandestino en
parte por decisión propia y en parte por golpes del autoritarismo a
lo interno del chavismo, levantar las banderas de la lucha
incondicional por la democracia desde abajo, por los autogobiernos,
por la democracia participativa y protagónica y sumar a los sectores
vacilantes, dándoles seguridad del proceso, para poner a raya al
enemigo histórico de la gran alianza del chavismo, el imperialismo.
PSUV
Vs Acción Democrática
El
PSUV ha venido pareciéndose al partido Acción Democrática. AD se
autodefinía como el partido del pueblo, hablaba de revolución y de
construcción del socialismo democrático; Carlos Andrés Pérez
siempre incluyó al bolivarianismo en sus discursos, ejecutó la
nacionalización del petróleo y la solidaridad internacional como
movimientos de izquierda como el Sandinismo. Siendo partidos con un
programa esencialmente socialdemócratas, con discursos similares y
con los mismos males aquejándolos como es la corrupción y el
burocratismo podríamos decir que son lo mismo.
Sin
embargo haciendo ese juicio obviamos los elementos más importante
del rol que decidió cumplir Acción Democrática durante el siglo XX
en Venezuela. Acción Democrática desde los años cuarenta fue
pasando de una organización socialdemócrata de izquierda a una
organización profundamente reaccionaria inscrita en la Doctrina
Truman del anticomunismo nacida luego del fin de la Segunda Guerra
Mundial.
Acción
Democrática ha sido mucho más que un partido plagado por el
oportunismo, la corrupción y la burocracia. Para su dirección la
corrupción fue una estrategia política para ejercer el dominio y
control de la democracia, fue así como Rómulo Betancourt diseñó
su estrategia de las tres C (Caña, Cobre y Cuca) de control en las
filas militares ante las rebeliones como el Carupanazo y el Porteñazo
y fue así como Carlos Andrés Pérez despliega su plan para la
creación de una oligarquía adeca con los llamados doce apóstoles,
quienes se convirtieron en los representantes nacionales de las
grandes firmas del imperialismo.
Acción
Democrática pasó a ser el principal representante político del
imperialismo en Venezuela, defensor del aterrizaje de las grandes
transnacionales y furibundo partido anticomunista, colocándose más
a la derecha que los conservadores que representaban a las
oligarquías nacionales.
El
PSUV, como todo partido de masas, abierto a la participación y con
pocos controles a la influencia económica y burocrática desde fuera
del mismo es muy propenso a que sus instancias sean invadidas por
sectores corruptos y -con apoyo de las instituciones públicas que
controlan y los empresarios de maletín que se benefician del mismo-
se determina un proceso creciente de descomposición de las
instancias. Priorizándose la guerra entre sectas por el control de
privilegios y beneficios personales o grupales y sustituyendo la
democracia por los acuerdos entre grupos y tendencias se va
debilitando mucho más al mismo partido. Esta es una situación que
no escapa de los demás partidos del Gran Polo Patriótico y de la
oposición, la mano invisible del mercado y el rentismo petrolero
interfieren en el deber ser, creado desde una visión idealista, del
funcionamiento de cada partido.
Sin
embargo el PSUV y el chavismo como la confluencias de movimientos y
partidos no son organizaciones subordinadas al imperialismo. Así lo
demostró Chávez en los años que estuvo al frente del proceso y así
lo ha demostrado Nicolás Maduro al frente de esta crisis que estamos
viviendo. ¡Esa es la gran diferencia!
Al
ser el chavismo una fuerza independiente del imperialismo y que no
guarda en su seno una dominante formación anticomunista éste se
convierte en la alianza necesaria en la que hay que estar presente,
no haciendo entrismo y pensando en una ruptura a un mediano plazo, no
buscando la sustitución de unos funcionarios por otros que se
declaran más revolucionarios que los anteriores, sino más bien
convirtiéndose en un catalizador de la democracia, del debate que
permita hacer avanzar a todo el movimiento en su conjunto.
Nuestra
confrontación con la socialdemocracia
La
lucha interna que hemos impulsado los sectores revolucionario en las
filas del Partido Socialista Unido de Venezuela y fuera de él en
organizaciones de todo tipo, ha sido extremadamente dispersa y con
muchos objetivos a la vez, quedándonos muy debilitados frente a los
problemas que debemos priorizar y confundiendo quién es quién.
Desde la lucha porque la izquierda asuma responsabilidades en el
estado, pasando por reinvindicaciones o propuestas políticas
extemporáneas o inviables, hemos heredado a una “izquierda
caníbal” capaz de destronar a la otra izquierda que ha logrado
avanzar un poco más.
Muchos
ministros, altos dirigentes del partido, altos cargos en el estado
han provenido del movimiento revolucionario, sin embargo por provenir
de la izquierda son mucho más evaluado por la izquierda
intelectualizada y por ser de izquierda y sentirse bajo vigilancia
también ha sido muy poco osados, por no decir bastante cobarde,
callando en los elementos centrales de nuestra política. Luego de
tener una responsabilidad tan elevada, luego de ejercer el sectarismo
muchas veces, perder el cargo para un militante de izquierda puede
convertirse en una catástrofe, pero esto solo pasa por no tener
ninguna perspectiva clara.
Otro
elemento importante es el debate programático, la práctica ha
demostrado que una cosa dice el papel y los discursos y otra los
hechos. Sectores que se declaran los más radicales terminan
respaldando medidas tan reaccionarias que uno duda de sus
planteamientos iniciales.
No
hay una línea clara que separe a los sectores revolucionarios y los
sectores reformistas, el reformismo es un mal que pasa más allá de
quienes se declaran socialdemócratas y está presente en la práctica
y el pensamiento de quienes aseguramos somos revolucionarios. Esto
también sucede con la corrupción, el burocratismo y el
autoritarismo, sectores revolucionarios son propensos a cometer estos
errores, quizás en menor medida pero su daño moral puede ser mucho
mayor.
Nuestra
confrontación contra la socialdemocracia no puede tratarse de una
guerra de posiciones, es una batalla de ideas, principalmente porque
no ganamos la batalla un puñado de revolucionarios, ganamos la
batalla un gran movimiento de masas que impulse la construcción del
socialismo y confronte al imperialismo y las posturas vacilantes,
posturas vacilantes que también conviven en casi la totalidad de
nuestros camaradas.
No se trata entonces de que luego de golpes de mano y controles de
ciertas instituciones avanzamos de forma automática o se está
necesariamente más cerca del socialismo, nos seguimos moviendo en
una democracia burguesa y por tanto los espacios de poder son y serán
por un buen tiempo espacios a los cuales se les controlará de forma
temporal y deben aprovecharse esos momentos coyunturales para
fortalecer la unidad del pueblo, al movimiento popular, a la
incorporación de los sectores del pueblo al movimiento, a la
organización, al autogobierno para avanzar en la transformación del
modo de hacer la política.
Experiencias políticas como Bandera Roja en Venezuela o el EPL en
Colombia, donde la dirección fue cooptada, casi completamente, por
el enemigo a pesar de ser partidos que cuidaban con gran celo su
acervo ideológico y que se aprestaban a combatir y descalificar a
las personas que se encontraban en el camino incorrecto son un
recordatorio de que muchas personas que se creían incorrectas aun
siguen su camino por la revolución y muchos de los que se
auto-consideraron dueños de la verdad no.
Nuestra
confrontación contra la socialdemocracia es una batalla contra un
enemigo que no puede ser localizado de forma directa, está presente
de forma dinámica en todo el espacio donde nos encontramos, incluso
en la silla de al lado de cualquiera de nuestras reuniones, incluso
dentro de cada uno de nosotros. Ser reformista o revolucionario es
resultado de una relación de fuerzas a lo interno en el campo ético,
de la formación, de la experiencia pero sobre todo de la actitud
frente a la participación e incorporación de la gente en el proceso
revolucionario. Un verdadero o una verdadera revolucionaria cree que
la revolución la hacen los pueblos y no lo daría todo por ejercer e
forma personal el juicio revolucionario sino que lo daría todo por
la consolidación del movimiento de masas para impulsar la
revolución.
Los
culpables de la crisis actual
Por
supuesto que los principales responsables de que no seamos capaces de
soportar la ofensiva económica del imperialismo y de el creciente
proceso de desmoralización y pérdida de credibilidad en la
dirección política es la dirección nacional. Entendemos dirección
nacional como conjunto de militantes electos como miembros de la
dirección del PSUV pero también creemos que existen un conjunto
adicional de compañeros y compañeras que tienen profunda influencia
en la conducción del proceso por vías de hecho.
La
gobernabilidad del proceso, que antes reposaba en la fuerza moral de
Hugo Chávez, descansa fundamentalmente en los acuerdos entre
fracciones. Y estas fracciones son, demostrando el planteamiento del
punto anterior, indiferentes entre sí en materia programática y/o
teórica, sus diferencias radican en batallas personales o alrededor
de personalidades.
El
modo de hacer política en el chavismo ha devenido en el
personalismo, negándose el debate de ideas, propuestas y el
desarrollo de una estrategia de inclusión y politización de las
masas. Se prioriza y se acumula así alrededor de un líder, jefe,
ministro, viceministro, director, presidente de instituto, etc. y por
tanto es el líder -o los amigos del líder- quienes deben mantener
el control directo y acumular fuerzas, especialmente la fuerza
financiera que, para mal del movimiento, terminó siendo el principal
combustible de la política del chavismo.
La
discrecionalidad personalista, como modo de hacer política, es
heredada del funcionamiento de la administración público, donde el
jefe es jefe aunque tenga cochochos. Y esta discrecionalidad ha
permeado el funcionamiento del PSUV, fundamentalmente en regiones y
municipios donde muchos gobernadores y alcaldes convirtieron al
partido en una organización de culto personal y la forma de resolver
los conflictos pasa a ser la persecución, descalificación e incluso
la agresión física.
Los
revolucionarios no escapamos de esta práctica, son muchos los
movimientos populares cooptados por dirigentes o arrimados a las
bases de apoyo de éstos y son muchas las confrontaciones entre
grupos revolucionarios en defensa de intereses personales. La
autonomía de la izquierda revolucionaria se hipoteca ante la
posibilidad de acceder a unos recursos y un apoyo logístico,
demostrando que el rentismo sigue siendo una forma de cooptar el
desarrollo del movimiento revolucionario.
Por
otra parte los grupos de izquierda revolucionaria se han encargado de
intentar hegemonizar cada proceso que da inicio, desde que sucedió
la derrota electoral del 6D se habrán realizado cientos de asambleas
para analizar los resultados y casi ninguna de estas asambleas han
apuntado a la construcción unitaria de la izquierda revolucionaria.
Esta crisis nos toma desarmados sin un movimiento sólido que nos
permita incidir o desplazar una parte de la dirección del proceso
para darle mayor fuerza moral a la revolución.
La
mayoría de los revolucionarios jugamos a ser Lenin, organizar
nuestro periódico y tomar el control del partido. Pero Lenin hizo lo
que hizo después de que existía un gran movimiento obrero y éste
se reconocía como un todo y no como fracciones detrás de tal o cual
líder. ¡Allí está nuestra responsabilidad en la crisis, que aun
siendo menor es la nuestra!
Nuestro
papel en la crisis
Nuestra
principal tarea debe ser recuperar la moral en el pueblo y que las
expectativas que el pueblo ha puesto en el gobierno se coloquen sobre
sí mismo. Eso dista mucho de nuestra práctica cotidiana de asumir
que estamos cerca de tomar el poder e intentar dar un golpe de mano
para tomarlo.
Por
supuesto que esta tarea queda en el aire mientras no tenga forma
concreta en la práctica, debemos entonces enumerar una serie de
tareas que garantizan un avance en esa dirección:
1.
Defender la Revolución Bolivariana
Esto conlleva a la defensa activa del gobierno más no es la única
tarea. La defensa de la revolución y del gobierno también incluye
rescatar la mística militante de los movimientos sociales y pueblo
en general, rescatar la acción política autónoma como proceso de
toma de conciencia y un fuerte activismo para la construcción de la
unidad de abajo hacia arriba.
La lucha interna es también una tarea de defensa de la revolución,
la crítica y la autocrítica, la lucha contra la corrupción y la
lucha por más democracia interna son fundamentales para lograr
revivir el espíritu revolucionario. La lucha contra la corrupción
debe ir más allá de la ejecución simple del sentido común que
supone que solo sustituyendo al corrupto se desmonta inmediatamente
la trama, debe en cambio plantearse la lucha contra la corrupción
como la lucha por la transparencia y la participación. Esta será la
única forma de que los corruptos no sean sustituidos por otros
corruptos, que los no son corruptos sean calificado como tal
injustamente y que la denuncia contra la corrupción no sea usada
como arma para la desmoralización del pueblo y su despolitización.
También se requiere hacer un esfuerzo enorme para mantener la unidad
del chavismo, entendiendo que el oportunismo y el reformismo estarán
allí presentes y que sus prácticas representadas en el
autoritarismo, la corrupción y el sectarismo también serán el pan
nuestro de cada día y contra lo que debemos luchar a diario. Sin
embargo estos males no son justificativos para cometer prácticas
similares, desconocimiento de la democracia interna con sus fallas o
tácticas que vayan en perjuicio de la totalidad aun siéndonos útil
a nosotros como fracción.
2.
Levantar un horizonte socialista
Levantar experiencias vitrinas de construcción socialista y comenzar
un gran debate que perfile un nuevo intento de construcción
socialista nos permitirá formar cuadros y movimientos para las
nuevas batallas, así como ir acumulando fuerzas para transformar la
direccionalidad del proceso.
Igualmente la formación, la comunicación y la estrategia de
crecimiento de una gran confluencia de corrientes revolucionarias en
el chavismo nos dará la posibilidad de convertirnos en un movimiento
mucho más eficaz y menos entrópico. Perfilándonos y poniendo en
práctica a la vez la creación de espacios de unidad desde abajo
para dar fuerza a caminar hacia el horizonte socialista.
3.
Impulsar la solidaridad y protección del pueblo
No basta con denunciar la realidad realmente existente, hay que
actuar sobre ella. Y en esta crisis es necesario un plan de agitación
política y económico que promueva la solidaridad como instinto
natural en el pueblo por encima de los valores promovidos por la
dinámica de mezquindad y miseria.
Como pueblo debemos aprender de la crisis, a valorar la solidaridad y
esto será un piso para defender la revolución e impulsar el
levantamiento del horizonte socialista. La creación de espacios de
consumo solidario, ollas y sancochos comunales, así como la
agitación y propaganda para explicar la situación y las acciones
que podemos tomar ante ellas. Esto además nos permite hablarle a un
sector de la sociedad que por distintas razones no quiere entrar en
materia política, de esta forma estaremos haciendo política con
muchos que no creen estar haciéndola.
No
ha habido momento más difícil que este en lo que va de proceso
Bolivariano, la complejidad del momento puede ayudarnos a clarificar
y corregir el rumbo como también puede llevarnos a un despeñadero
si colocamos como única forma de salvación nuestro protagonismo por
encima del necesario protagonismo del pueblo.
Desechar
las ilusiones, prepararse para la lucha
¡Hasta
la victoria siempre!
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