Es dominante en los medios de comunicación privados el discurso liberal-burgués, que promueve una liberalización total de la economía. Esto significa liberar de todos los controles de precio, exigencias de producción, garantías del abastecimiento, etc. en favor de permitir a los grandes productores establecer las condiciones en el comercio de bienes e insumos de primera necesidad y la mayor libertad posible con respecto a las relaciones laborales que establecen con los obreros productores de estos insumos o bienes que son intercambiados como mercancía en el mercado.
Para los economistas neoliberales las des-regulación representa un incentivo a la producción y al abastecimiento. La realidad es que la regulación permitiría a los grandes empresarios vender una pequeña producción a un precio astronómico, y lo que estaría siendo estimulado serían los precios más no la producción y resultaría finalmente en grandes ganancias para el capitalista y no en generación de nuevos empleos.
Por otro lado el estado responde desde arriba fundamentalmente. Con medidas macroeconómicas necesarias se intenta frenar la perversidad de la inercia producida por la mano invisible del mercado. A través de controles y mecanismos para incentivar la producción se pretende apelar a la buena voluntad de los comerciantes y productores.
Sin embargo estas medidas no ha sido suficientes, nuestra tendencia a esperar que medidas y decretos resuelven el problema por sí solas nos ha traído -de nuevo- viejos problemas. La ley del mercado se abre puertas y continúa moviéndose a libre albedrío. Es la lógica del reformismo pequeño-burgués, que conserva el sueño difundido por la burguesía de que se puede incidir en la economía solo con algunos controles y algunos decretos, como si la economía pudiese ser controlada desde una sala de control.
El viento que sopla sigue siendo el capitalismo. Sean empresas de estado, empresas privadas, en manos de trabajadores o comunidades, si las empresas son dejadas a la intemperie de la sociedad, la fuerza del viento del capitalismo pondrá las normas y convertirá a la empresa del estado en otra empresa capitalista y seguramente hará que fracase la empresa en manos de los trabajadores y de la comunidad. No se puede superar al capitalismo con un capitalismo light, se debe romper la inercia capitalista y para construir socialismo hay que garantizar que la cadena completa pase a estar en manos de la economía del trabajo. Esto requiere desechar las ilusiones liberales.
Así es como se destinan grandes cantidades de dinero para incentivar tal o cual aspecto de la economía, y siendo el negocio más rentable, la especulación con las divisas se lleva gran parte de estos incentivos.
Pero la falsa ilusión, luego de su fracaso lleva a los pragmáticos a concluir que el socialismo o la economía en manos de los trabajadores fracasó cuando lo que ha venido fracasando ha sido el capitalismo de estado. Pero el pensamiento liberal tiene a un compañero que le asegura larga vida; el sentido común.
Siendo la suma contradictoria de trozos de pensamientos acumulados a lo largo dela historia, el sentido común es aquella manera de pensar que se distancia de la reflexión de la práctica y eleva su creencia en la espontaneidad de las ideas frente al estudio de la realidad y la teoría para transformar a la sociedad.
El pensamiento liberal consigue el el sentido común un aliado que le deja a la "libertad" de la mano invisible del mercado la creencia en ideas muchas veces legitimadores del pensamiento conservador. El papel y funcionamiento de los nuevos medios se mitifican de igual manera que medios capitalistas aunque difunden contenidos con el signo contrario, como si la conciencia pudiera transformarse desde una sala de control de un medio de comunicación.
Si dejamos en la intemperie al debate de ideas y le restamos la fuerza del debate teórico y la organización práctica estaremos siendo llevados por la tendencia general, donde la burguesía va directo a engancharse en el subconsciente de la población a través de la irracionalidad de su comunicación.
El pragmatismo considera innecesario o problemático el esfuerzo para desmontar mitos y creencias erróneas en el pensamiento popular. Para el pragmatismo es mejor cabalgar en estos mitos para conquistar más adeptos. Así es como cada día, ante el ataque ideológico del liberalismo burgués, el sentido común pequeño burgués nos lleva a conceder la razón a la burguesía ante sus axiomas y planteamientos que sabemos no son ciertos.
Cada día le damos la razón y cada día ganamos alguna adhesión de las masas, pero cada día perdemos la batalla de ideas mientras no desmitifiquemos la realidad capitalista. Para construir el socialismo es necesario detener el fortalecimiento del pensamiento conservador, una ofensiva ideológica se requiere a la hora de debatir entre los socialistas.
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