Acumuló la experiencia que jamás nadie lo hubiere hecho en su momento, Alfred Hitchcock fue quizás el mejor en atrapar a los espectadores hasta la pantalla. Así él se convierte pues en el pragmático del cine.
Un objetivo concreto, atrapar al espectador. La identificación hasta el extremo, sin importar lo relevante del contenido, la trama, la forma y el movimiento lo era todo. La verosimilitud no importaba, mientras el espectador se despreocupara de eso y en cambio se entretuviera con el movimiento. Utilizó muchas cosas sólo para hacer que su historia se moviera, sin importar qué era, pudiendo ser cambiadas por otra, las llamó MacGuffin.
Si Aristóteles hizo las reglas de la dramaturgia, Hitchcock se encargó de hacerla industria y revender. Vale la pena leer y estudiarlo para aprender de él, pero vale la pena también entender que su objetivo fue el morbo de dejar entretenido al espectador mientras el nuestro debe ser la transformación.
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