Advertencia: estas son apenas unas notas sin corrección de quien -no satisfecho con las propuestas en el debate económico- realiza una disertación basada en la vivencia y el análisis político.
Sin duda que el debate más esperado es el debate económico. Desde el 2014 Venezuela sufre un proceso fuerte de remoción de toda la cotidianidad por una situación de excepción, que ha obligado a la mayoría de los venezolanos y venezolanas a modificar sus hábitos de consumo, ha lanzado a los sectores ya vulnerables a vivir los efectos directos dela pobreza extrema y que intensifica el contraste socioeconómico que ha caracterizado a la Venezuela moderna.
Ese debate se ha evidenciado desde hace unos años, pero siendo el tema económico el motor de los intereses personales, familiares, grupales y de clase, éstos no se hacen evidentes o se ocultan al bando contrario en medio de un juego de estrategias. Sin embargo se han evidenciado fundamentalmente dos grupos en el chavismo que buscan resolver el problema económico a la manera que se proponen. Desconsideramos acá las propuestas de la oposición porque allí prelan los intereses foráneos y por el contrario no buscan resolver el problema económico sino que piensan que mientras más se profundice más cerca estarán ellos de llegar al poder.
Este análisis no se hace desde un conocimiento científico ni sistemático del asunto económico, más bien es basado en un análisis político de la situación y en el sentido común construido a partir de la experiencia vivencial y de comentarios de la gente común que mira, observa y opina sobre un tema que está a la vista, que reconoce los principales grupos de intereses de la sociedad venezolana y sus acciones económicas y políticas aun cuando las leyes y principios de la economía en general no son conocidos.
Marx, cuando descompone lo que es la mercancía, demuestra cómo unas supuestas leyes naturales de la economía no son sino el resultado de una relación entre humanos y por tanto una creación humana resultante de las relaciones sociales de producción. El problema de los estudios de economía actuales, de neoliberales o defensores de los decretos económicos se basan en la creencia en la existencia de leyes inexorables de funcionamiento de la economía obviando la composición, en intereses, grupos y clases de la realidad nacional.
Ahora mismo el debate es mayormente acaparado por el grupo de empresarios librecambista que componen la Asamblea Nacional Constituyente, repitiendo la máxima neoliberal de que la liberación de precios y del cambio de divisas permitirá llenar los anaqueles de los alimentos perdidos. Ese discurso tiene su calada en el pueblo debido a repetición continua ese discurso en los medios de comunicación y tiene tanto asidero que se llega a plantear (y por tanto cumplir) que una subida del salario mínimo se convierte en mayor inflación de forma inmediata, tal cual una profecía autocumplida.
Si venimos de una guerra económica, que pretende dar al traste con el poder de la revolución bolivariana a través del quiebre del modelo social pre-socialista planteado, y si esta guerra no logró su objetivo debido al rechazo dela población a la violencia y las salidas extraconstitucionales no debemos responder a la realidad económica como si estuviéramos vencidos. Es cierto que hay que revisar la economía, algo está mal que no permite el funcionamiento deseado o con rumbo a lo deseado, pero de allí a regresar al pasado de forma absoluta es como si estuviéramos en el poder pa hacer lo que desea el enemigo.
Con menos fuerza en el debate están quienes defienden la postura del Estado regulador, un Estado que supervisa a través de decretos de control de precios e instancias para el control cambiario junto a instancias de control y cumplimiento de las leyes y decretos. Este sector ha perdido fuerza en base a la demostración de los hechos, se controló el precio de los huevos y desaparecieron hasta que todas las instituciones se hacen la vista gorda y reaparecen al precio que les da la gana a las redes de distribución. Mucho se repite de revisar la estructura de costos y se evalúan la asignación de divisas y demás etcéteras que concluyen en que aparentemente el Estado ha perdido fuerza de control frente a un sector de la sociedad que es capaz de evadir estos controles a través.
Y es que esa pérdida de control del Estado es aparente porque éste nunca es absoluto y siempre ha tenido sectores, grupos y clases que poseen sus propios planes y por tanto tienen sus propias jugadas. El error quizás es creer que el Estado tiene la misma capacidad de neutralizar a estos intereses que cuando el petróleo estaba a más de 100 dólares por barril. La planificación a base de decretos, o planificación normativa que desconsidera la fuerza de los jugadores de la sociedad por supuesto que debilita el accionar mismo del Estado en un momento como este y se sigue insistiendo en decretar y anunciar medidas que supuestamente pondrán orden en una economía donde hay mucha gente realizando contraórdenes y movimientos alternativos a los planificados por la burocracia. De esta postura a la postura neoliberal no hay mucha distancia porque se sigue creyendo en la espontaneidad de la economía (las soluciones mágicas a través de un punto de cuenta que controla o libera) y porque la frustración puede hacer que reine la confusión y la desesperación que obligan a tomar las medidas que repiten los torturadores.
Es importante hacer un paréntesis para entender (o al menos intentarlo) la realidad general de la economía venezolana. Si analizamos a Venezuela como sistema cerrado podemos entender que a pesar de la caída de los precios del petróleo tenemos dos conclusiones a la vista: 1) Casi la totalidad del ingreso en divisas es producto de las exportaciones de petróleo y 2) el ingreso petrolero sigue siendo grande en comparación con otros países de América Latina. Entonces Venezuela y el Estado venezolano siguen teniendo fuerza suficiente como para no verse obligado a rendirse ante el enemigo y es capaz de establecerse un plan para incidir y mejorar las condiciones económicas siempre y cuando se plantee una planificación basada en la acumulación de fuerzas para ir avanzando y conquistando colinas que luego sean útiles para alcanzar la colina mayor.
Para ilustrar la realidad seguimos revisando el sistema cerrado que es la economía venezolana, solo entran divisas por medio del petróleo, es decir, PDVSA y por tanto al ejecutivo y el gobierno nacional. Con la caída del ingreso la economía se contrae y el presupuesto público también y comienza a verse la recesión. Sin embargo hay un creciente negocio en la construcción en sectores pudientes de la ciudad de Caracas como son Chacao y Las Mercedes. Surge la pregunta clave: ¿Con cuáles recursos se construyen esos centros empresariales? Por supuesto que ningún negocio en Venezuela está libre del rentismo y por tanto los recursos que han entrado a través de PDVSA seguramente son los que terminaron en manos de empresarios y comerciantes que invierten su dinero en bienes inmuebles para resguardarse de la inflación. Ese dinero puede llegar a sus manos a través de los contratos de bienes y servicios que hace el Estado con el sector privado, o por la captación que realizan los especuladores de los beneficios sociales monetarizados como las pensiones o mejoras salariales.
A través de esa privatización de la renta petrolera se han fortalecido la banca venezolana y empresas que explotan otro tipo de renta como las de telefonía celular entre otras que no ha dejado de crecer aun después de empezar la crisis. A través de las grietas del sistema cambiario (mala planificación, populismo que permitió el desangre por medio de la importación de productos lujosos y fundamentalmente la corrupción) y seguramente a través de otras vías como la especulación inmobiliaria en divisas esa renta ha avanzado hacia el mercado negro de dólares. Algunos han calculado que estos sectores financieros han capitalizado casi 300 mil millones de dólares, exportados fuera del país, dólares producidos por la renta petrolera.
El control cambiario nace en 2004 para frenar la fuga de dólares promovida por intereses políticos y económicos. Es un dique que represa los ingresos petroleros del lado interno del país. Pero la renta ha seguido siendo privatizada y ha conseguido la forma de escapar a los controles. El dique ahora contiene cerca de 10 mil millones de dólares del lado interno y represa cerca de 300 mil millones que siguen jugando del lado del mercado negro.
Otra característica de la economía venezolana es evidenciada por el alto valor de los inmuebles (en dólares), el acaparamiento de los billetes venezolanos fuera de la frontera venezolana y el esfuerzo de diversos tipos de concesionarias de mantenerse en el país a pesar de que según ellos están perdiendo o no han podido repatriar sus ganancias. Si el negocio petrolero se hubiera ido a pique y no tendría ningún futuro debido al auge del fracking en los EEUU y la disminución de sus dependencia del petróleo venezolano, sumado a que Venezuela no ha logrado desarrollar otras formas de generación de ingresos, los billetes no serían apetecidos ni los inmuebles tendrían valor alguno y empresas como telefónica ya se hubieran marchado del país. A pesar del bloqueo financiero y de las calificaciones de riesgos politizadas Venezuela es uno de los pocos países de América Latina que tiene un ingreso asegurado hoy y en el futuro, y por tanto tiene una capacidad de pago, debido a que es un país petrolero. Esto de la calificación negativa a Venezuela seguramente se trata de buscar mejores condiciones ante la creencia de la cercanía de un cambio de gobierno a uno que entregaría todo al capitalismo financiero internacional tal cual lo están haciendo Macri y Temer en Argentina y Brasil respectivamente.
Venezuela es un país petrolero, es rentista y no puede decretarse que a partir de mañana dejará de serlo. Para serlo tendría que tener un ingreso no petrolero mayor al ingreso petrolero. Eso significaría que (comparando con el momento del precio a 100 dólares) cada familia venezolana debe generar cerca de diez mil dólares al año para generar la mitad de ingreso en exportaciones no petroleras. La oferta que sugiere abandonar el rentismo es netamente demagoga en el mejor de los casos, que le abre la puerta al saqueo total de la renta petrolera. Por otra parte el control de esa renta en manos privadas siempre va a perderse debido a relaciones de poder, quienes se apropian dela renta petrolera en moneda local podrán corromper o buscar nuevas formas de saltarse los controles del cambio.
La economía pos-petrolera debe estar en el horizonte, pero para sembrar el petróleo hay que buscar mecanismos de captación de la renta de manera más eficiente. La renta es captada en una primera instancia a través de PDVSA, pero esta se privatiza a través de la economía privada interna. Y aunque no e tengan fuerzas para la socialización de toda la economía sí es posible establecer mecanismos para captar buena parte dela renta privatizada. Esto pasa por un sistema tributario adaptado a la realidad venezolana, que logre capitalizar a partir de la expoliación de la economía venezolana.
Es evidente que el impuesto sobre la renta recoge apenas una parte del porcentaje de la acumulación real e capital, la banca nacional cancela casi nada en este impuesto y la mayoría de empresas han conseguido la forma de evadir el impuesto a la renta logrando mostrar una renta muy cerca de cero. Solo las personas naturales han tenido que pagar el ISLR cuando supera el límite debido a que no puede endosar todo tipo de egresos para reducir su parte a cancelar. Por otra parte el impuesto al valor agregado tiene un complejo sistema que hace que finalmente quien paga es el consumidor final.
Además es posible -para la oligarquía- acumular bienes de capital sin que sean objetos de un impuesto dedicado. Es posible que muchos de estos bienes de capital sean utilizados como garantías en préstamos para comprar dólares en el mercado negro, una mirada a los tantos nuevos inmuebles vacíos también hacen sospechar de que no se trata solo de una forma de protegerse ante la inflación.
Aunque esas medidas han sido rebasadas por la realidad, no podemos revertir la política de control de precios y de control cambiario sin una medida sustituta, que busque el fin primario de la revolución bolivariana: la captación y distribución del ingreso petrolero. Sin esta estrategia final no tendría sentido mantener al chavismo en el poder.
Una reforma del sistema tributario, obligando a las empresas a pagar por ingreso bruto y no por ganancias disminuidas a través de maquillajes a la contabilidad interna y obligando a quienes convierten a una vivienda en un bien de capital a pagar un impuesto al capital es posible que el Estado pueda recobrar su fuerza para proteger a la población. No es posible ampliar la base del salario de los trabajadores sino se amplía la base de la recaudación y sí es posible ampliar la recaudación sin tener que recurrir a un plan de ajustes excesivos de precios de los servicios esenciales para el pueblo como son la luz, el agua, la recolección de basura, etc.
Muchas empresas que hoy se muestran como un éxito de la economía pos-petrolera venden sus productos e la población a precios dolarizados pero cancelan salarios a los trabajadores y pagan servicios del estado a precios en bolívares. Se han dado privilegios de exportación a muchas empresas lo que ha redundado en una subida enorme de los precios locales exportando la renta petrolera consumida en forma de servicios baratos en forma de divisas reproduciéndose el mismo modelo de extracción del ingreso petrolero.
Muchos intereses se moverán a favor de no modificar el régimen cambiario. Pero el solo hecho de anunciar más control de precios o la liberación de los mismos no resuelve la necesidad del pueblo que llevó al chavismo al poder; la deuda social. Ese debe ser nuestro norte y debemos ser capaces de superar al gazapo y al panfleto y acumular fuerzas para lograr estabilizar nuestra economía para garantizar un régimen social que distribuya el ingreso petrolero, para sembrarlo y levantar el horizonte socialista como una esperanza de los pueblos del mundo.