El imperialismo inicia sus agresiones por medio de una feroz guerra desmoralizadora, intentando hacer sentir mal a su enemigo, es decir los pueblos, para que estos se sientan sin fuerzas e incapaces de derrotarlo antes incluso de la primera bala, o mejor dicho, de la primera bomba "inteligente".
Y a veces el vehículo que transporta tal estrategia de propaganda somos nosotros mismos, los revolucionarios que creemos que un escenario apocalíptico nos ayuda a hacer que el pueblo entre en conciencia de lo que pasa. La estrategia de un escenario apocalítico sirve, por el contrario, como excusa para dejar de luchar para retirarse y rendirse antes de pelear, para ganar necesitamos la esperanza y la visión de una realidad objetiva.
Escuchamos repetidas veces cómo se resalta que quieren hacernos como a Libia, Siria, Ucrania, Serbia, etc y estamos de acuerdo, esa es la estrategia gringa, la mal llamada balcanización, mezclada con la paramilitarización y por supuesto, la intervención directa siempre como último recurso. Sin embargo, debemos preguntarnos si somos iguales a estos países y si vamos a correr con el mismo destino.
América Latina es un caso especial en el mundo entero. Mientras en Europa la población, a pesar de padecer la crisis y poseer una enorme formación, se encuentra en un estancamiento moral y ético al igual que en su propia praxis; mientras que en la India, donde se padecen miserias mucho peores que las que conocimos en América Latina, todavía reina la paz de los sepulcros y no se asoma ninguna rebelión popular; mientras que la misma miseria en África promueve la fragmentación social y en algunos países son presas o del oscurantismo fundamentalista o del oscurantismo neoliberal, una polarización perversa que no deja espacios para la esperanza; en América Latina nos encontramos en un cuadro completamente diferente.
Hace más de una década discutíamos si estábamos ante una situación revolucionaria en Venezuela, y comenzamos a ver que la situación revolucionaria alcanzaba el arco andino como el eslabón débil de la cadena de explotación mundial que se revienta justamente acá en estas condiciones. La situación revolucionaria de Venezuela se impregnó rápidamente en todo el continente, llegando a lugares que no imaginamos como lo fue Honduras, un bunker pro yanqui que le fue arrebatado por poco tiempo pero que ningún revolucionario imaginó que nacería un movimiento popular con fuerza en tan poco tiempo.
EEUU ha desestimado esta situación muchas veces, en Mar del Plata fue junto a sus aliados creyendo que podían imponer el ALCA a los carajazos, lo que demostró que desconocía lo que sucedía en el continente. Ahora los mecanicistas se plantean que la caída de los precios del petróleo es el fin de la revolución bolivariana. Se equivocan y olvidan la crisis de los balseros y el período especial de Cuba donde nadie daba un año más a la revolución cubana. No digo que esto no pueda ser un acicate a los procesos revolucionarios, pero si se desconsidera a las condiciones subjetivas desarrolladas en todo el siglo XX y lo que va del XXI en todo el continente seguramente se llega a una conclusión errónea.
América Latina es un continente que comparte un idioma común, Brasil habla un idioma que parece más un dialecto del castellano que portugués. Esa condición es extraña en el resto de continentes, somos naciones de origen común con una lucha e historia comunes. Por allí está la verdadera razón de la resistencia de la revolución cubana, que influenció a toda la izquierda y cautivó a todos los movimientos sociales y clases explotadas del continente.
América Latina no da fuerza a los sectarismos religiosos, se ha configurado como un continente muy crítico a las religiones como instrumento para subyugar al individuo ante el altar, al contrario de este continente nace la teología de la liberación, planteamiento filosófico que se propone convertir a la iglesia en una organización para la liberación de almas a través de la solidaridad y la lucha revolucionaria.
América Latina tiene un pasado de luchas y victorias conjuntas. Los libertadores como Bolívar, San Martín, Artigas, Morazán, etc son un patrimonio común y así se ha entendido a lo largo de los períodos revolucionarios en el continente. Conocemos el bolivarianismo de Martí, de Sandino pero son muchos quienes han convertido a los libertadores nacidos en naciones específicas como libertadores de todo un continente.
El pensamiento moderno llega al continente a través de la reforma universitaria, esa generación de los 20s que se propone superar al recién llegado capitalismo ya imperialista, a través del socialismo. El marxismo entra en el horno continental en manos de jóvenes como Julio Antonio Mella y José Carlos Mariátegui y comienza a dar resultados de gran fuerza moral y empuje para transformar la realidad como herramienta de los jóvenes y los trabajadores en las ciudades que crecen vertiginosamente.
Quizás el movimiento indígena fue invisibilizado en mucho tiempo, pero hoy cogen mucha importancia en función de que siendo sociedades justas e igualitarias verdaderamente existentes sirven de prefiguración para todo el continente y sirve para confirmar que sí es posible llegar a eso que ahora llama en Bolivia la comunitarización universal o comunismo en términos marxistas, una sociedad sin clases.
Es así como estas corrientes fortalecen al movimiento revolucionario y lo van convirtiendo en una fuerza telúrica a la cual no habrá obstáculo que no pueda mover desde sus cimientos. Es la misma fuerza material que proviene de la toma de conciencia de las masas tal cual lo decía Marx al plantear que la teoría se convierte en fuerza material a medida que se apropia de las masas.
Sin embargo hemos tenido reveses que han causado muchos dolores y desesperanzas, la caída en combate del Che y el golpe de estado de Chile sembraron el terror en las masas y provocaron un retraso en las luchas revolucionarias. Es la practica revolucionaria lo más difícil de aprender, sistematizar, enseñar, acumular etc., para que el capitalismo superara al feudalismo en Europa pasaron cientos de años, y nos tocó a nosotros entender esta verdad y asumir que la lucha revolucionaria es una lucha que va más allá de las generaciones.
Este amalgamiento del bolivarianismo, del cristianismo liberador, del marxismo y del comunitarismo de los pueblos originarios va acumulando día a día, lucha a lucha, un saber práctico, que en ninguna otra parte del mundo se está haciendo y es esto lo que nos diferencia de las realidades del este europeo, del medio oriente, del norte de África etc.
Por supuesto que las revoluciones son derrotables y reversibles, no queremos pecar de optimistas desinformados, pero tener claro este panorama nos consolida en la confianza en los pueblos de nuestra América, jugárnosla con el pueblo, sin caer en el espontaneismo sino construyendo ese gran tejido social que permita soportar una agresión tras otra.
América Latina es la región que da luz al mundo, como lo fue Europa en la ilustración o la edad de oro del Islam. Solo que esta eclosión es capaz de transformar el mundo entero. Es así como podemos entender que el imperialismo con todas sus fuerzas no solo es derrotable, sino que nuestra victoria sería para abrir las puertas a la nación que prefigura Bolívar al decir hace 200 años en la Carta de Jamaica:
"Yo deseo más que otro alguno, ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza, que por su libertad y gloria"